INTEGRACIÓN SENSORIAL
La integración sensorial es un proceso esencial mediante el cual nuestro cerebro organiza e interpreta la información que recibimos a través de los sentidos (vista, oído, tacto, gusto, olfato y también el sentido del movimiento y la posición corporal).
Cuando este proceso no ocurre de manera adecuada, las personas –y especialmente los niños– pueden experimentar dificultades que afectan su vida diaria, como dificultades de alimentación, habilidades motoras, regulación emocional o incluso el aprendizaje. Esto puede incluir el rechazo a ciertas texturas, sabores, probar nuevos alimentos, dificultades para coordinar movimientos o realizar actividades que requieran precision, etc.
La intervención en Integración Sensorial debe ser llevada a cabo por TERAPEUTAS OCUPACIONALES CON NÚMERO DE CERTIFICACIÓN en este enfoque, especializados en identificar alteraciones en el procesamiento sensorial y diseñar programas de intervención adaptados a las necesidades individuales.
Nuestro trabajo en Integración Sensorial se centra en identificar las áreas donde los sentidos no están procesando o respondiendo de manera efectiva, para ayudar a las personas a desarrollar respuestas más organizadas y funcionales.
En los niños, nos enfocamos en:
- Mejorar la tolerancia a estímulos sensoriales como texturas, sonidos, luces o sabores.
- Regular su nivel de actividad, logrando un equilibrio entre calma y energía.
- Fomentar una relación más positiva con los alimentos, trabajando con aquellos que presentan rechazo a comer o dificultades con ciertos tipos de comida.
- Mejorar habilidades motoras finas y gruesas, esenciales para actividades como escribir, recortar, abotonar prendas o montar en bicicleta.
- Aumentar la atención y concentración en el aula y los demás entornos en los que se desenvuelve.
Las dificultades de alimentación y habilidades motoras están profundamente relacionadas con el procesamiento sensorial. Estas áreas requieren la evaluación e intervención de un terapeuta ocupacional certificado y pueden incluir:
Rechazo a ciertos tipos de alimentos por su textura, olor o sabor.
Preferencia extrema por alimentos específicos.
Conductas de evitación ante alimentos que antes sí toleraba.
Aversiones a probar nuevos alimentos.
Sensibilidad a la temperatura o consistencia de los alimentos.
Problemas posturales que dificultan comer adecuadamente.
Etcétera
Dificultades para planificar y ejecutar movimientos coordinados (dispraxia).
Dificultades motoras que afectan a actividades como correr, saltar, escribir o jugar.
Problemas en la motricidad fina (como abotonar, dibujar o manipular objetos pequeños).
Déficit en la estabilidad postural durante actividades que requieren control corporal.
Rechazo a estar boca abajo o a subir alturas.
Etcétera
Actividades sensoriales y motoras que integran los sentidos.
Programas específicos de intervención que incluyen ejercicios dinámicos y adaptados a cada persona.
Introducción gradual de estímulos sensoriales y actividades motoras para favorecer una respuesta adaptativa.
Estrategias que fomenten una alimentación más relajada y segura, siempre desde un enfoque respetuoso y no forzado.
Asesoramiento a las familias sobre cómo reforzar estas habilidades en el hogar y otros entornos.
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